sábado, 19 de septiembre de 2009

Apostillas a Jordi Hereu

TRIBUNA: JORDI HEREU
En defensa del Raval
(artículo publicado en El País, el 18/09/2009)

Viendo con qué facilidad algunas voces se suman estos días al acoso y derribo del barrio del Raval y del proyecto [¿..mandeeeee?] que el Ayuntamiento de Barcelona, de la mano de un activo y comprometido entramado social, ha ido tejiendo [¿era un proyecto o una tela de araña?] durante más de 20 años, no puedo hacer otra cosa que salir en su defensa: una defensa inequívoca. Tan inequívoca como su realidad vecinal y global, como su singularidad y cosmopolitismo, como sus rarezas y contradicciones, como sus problemas y conflictos [espera, que me he perdido... ¿nos estás llamando conflictivos?]. Sí: problemas y conflictos, dos conceptos inherentes a la condición de ciudad [ah, bueno, si sólo son dos conceptos, no pasa nada... es que yo, con los conceptos me pierdo un poco... De todas maneras, a ver si te enteras de que nosotros no queremos acapararlos todos], pero que no todas las ciudades afrontan. Barcelona, sí [sobre todo ahora que todo el mundo te está mirando...]
Los conservadores hubiesen abandonado el barrio a su suerte, a la marginalidad [pero los progres parece ser que tenéis un proyecto, ¿no?]
Éste ha sido, es y será un barrio de residentes [y residentas], de vecinos y vecinas de múltiples procedencias.
Barcelona no acepta atentados contra la convivencia, el civismo o la legalidad, ni contra la dignidad [¿de qué me suena esto...?], la seguridad o el bienestar de las personas [gracias por lo de “personas”]. Tales situaciones no representan ni la realidad, ni los anhelos ni el sentimiento de Barcelona [no sé lo que “siente” Barcelona, pero lo que yo siento es que alguien me está tomando el pelo, la verdad]. Porque el nuestro es un modelo de ciudad cohesionada social y territorialmente, en la que uno puede ir a todos los barrios y donde todos los barrios deben contar con el nivel adecuado de calidad urbana, servicios y equipamientos [¡Eso, eso! ¡Una narcosala en cada barrio ya!]. Afrontando los problemas y poniendo en marcha soluciones [valga la redundancia], nuestro [what?] Raval será el mejor [¡¡¡oé, oé, oé oéeee!!!!] para sus vecinos y ejemplo para los otros ravales del mundo.
Lo afirmo con orgullo: el Raval de Barcelona es uno de los lugares con más vocación de ciudadanía de Europa [Jordi, eres el rey de las frases huecas]. Ni es el barrio marginal que algunos relatan ni se puede dejar al margen: es un barrio central y estratégico [otra más], en el que el Ayuntamiento está diseñando e innovando en las políticas públicas. Políticas que, estoy convencido, acabarán aplicando las ciudades que quieran preservar su esencia comunitaria. La Europa a la que aspiramos pasa cada día más por los barrios de sus ciudades, y nosotros somos ya ejemplo y laboratorio de ello [¡Vaaaale!, ¡Ahora ya lo entiendo! Entonces... ¡Nosotros somos las ratas de este laboratorio!]. Los Estados tienen fronteras; las ciudades, no. Y las ciudades con histórica vocación de acogida, menos. El Raval es un telar [si, quina tela, nen] de ciudadanía: teje y urde ciudadanos de pleno derecho, vecinos y vecinas; personas de procedencias diversas encuentran aquí recursos, complicidades y dignidad [Oye, Jordi… ¿has pensado alguna vez en dedicarte a la literatura?].
Las grandes ciudades viven diariamente el envite de fenómenos globales [tú si que eres un fenómeno]. Barcelona no es ajena a ello: Ciutat Vella, el distrito donde se asienta el Raval, sabe de esta complejidad, y se nutre de ella. Pero la gente sigue y seguirá viviendo en el Raval porque éste ha sido, es y será un barrio de residentes [y residentas]. Por eso determinadas simplificaciones -y estos días he leído algunas- [fíjate, yo también] no responden a la realidad de un barrio al que las tesis conservadoras hubiesen abandonado a su suerte. Muchas ciudades han convertido sus corazones en céntricas periferias; en Barcelona, esto no pasará nunca.
Fue entre todos como concretamos el Raval que hoy conocemos. Fue entre todos como construimos un centro histórico de calidad [lo dicho… que lo tuyo es la ficción, Jordi]. Y será así como lo seguiremos haciendo [O sea, que vosotros erre que erre hasta que acabéis del todo con el barrio]. Con los máximos aliados posibles. Y aplicando una manera de hacer que desde el impulso y el estímulo público busca complicidades y acciones conjuntas. El Ayuntamiento asume plenamente su responsabilidad [ay, que chiste más bueno] y está a la cabeza de este reto.
¿Cómo? [¿comoooorrr?] Situando equipamientos de centralidad (universidades, museos...) y proximidad (bibliotecas, polideportivos...) y ejecutando un programa [ay, si, el pograma] de actuaciones sociales de altas prestaciones. Desarrollando políticas de rehabilitación de vivienda. Inspeccionando locales y negocios que incumplen las ordenanzas y las reglas de convivencia. Regulando los apartamentos turísticos. Firmando un convenio con la Fiscalía para combatir el mobbing, que amenaza a los más débiles. Cerrando las tiendas de souvenirs que incumplen el plan especial aprobado recientemente [y… ¿quien había concedido los permisos antes?]. Dotando líneas específicas de ayudas para la limpieza de grafittis [se me ocurre que quizá nos saldría más barato intentar evitar que se pintaran, los grafittis]. Luchando contra la venta ambulante y el ruido de locales [y visitantes] nocturnos.
Y también desplegando las acciones policiales, con una Guardia Urbana que está ampliando efectivos y hace de la proximidad su razón de ser. Ese fue mi objetivo cuando el pasado 23 de junio, más de dos meses antes de la publicación de unas fotografías en este periódico, di instrucciones a la Junta Local de Seguridad de Barcelona para que creara la Junta Local de Ciutat Vella [pues ya ves de que ha servido…]. Y diseñando mejoras en el espacio público [¿como cuales?] en el marco de una política de urbanismo preventivo.
Espacio público: he aquí un concepto central, posiblemente el más central de todos los que debemos manejar. No es casualidad que sea en Barcelona, una de las ciudades que más transforma y cualifica su espacio público, donde más intenso sea el debate sobre el mismo [Uf!, por un momento pensé que ibas a hablar del hotel Vela…]. En otros lugares, ni se lo plantean; acaso porque están acostumbrados a las deficiencias [Claro, y lo malo que tenemos nosotros es que nos negamos a acostumbrarnos a las deficiencias. Por eso nos has llamado conflictivos, ¿verdad?], o aún peor, a que determinados espacios públicos estén vedados.
El Raval nos apela a todos, entre otras razones porque ejemplifica la importancia del espacio público. Y más concretamente, porque en él se pone a prueba la visión progresista del espacio público [por favor, cariño, a ver si nos aclaras en qué se concreta esta visión progresista a la que ya tenemos tanto miedo sin saber lo que es]. Esto es, un espacio público ordenado y seguro, limpio y cívico, de calidad y de libertad, expresión de los derechos y los deberes que a todos nos asisten y obligan [gracias, mi amol]. Por eso en el espacio público determinadas actividades deben quedar expresamente ordenadas. También la prostitución.
La prostitución, una realidad compleja, poliédrica, en la que intervienen muchas variables. Desde la existencia de flagrantes [y si son tan flagrantes… ¿por qué casi nunca se condenan?] coacciones y tramas internacionales -y ahí es fundamental una acción policial y administrativa decidida- hasta las problemáticas sociales, y ahí les invito a conocer los programas de reinserción que de manera pionera gestionamos en Barcelona. Desde las lagunas legales existentes hasta su presencia en calles, plazas y carreteras, y ahí quiero dejar constancia de mi claro posicionamiento: el ejercicio de la prostitución en el espacio público es incompatible con la vida urbana y normalizada [¿vida... "normalizada"? ahí te has lucido con el adjetivo] que quiero en mi ciudad, y deben arbitrarse todos los mecanismos legales y administrativos para actuar sobre ello.
¿Qué hacer pues ante una realidad que difiere de esta tesis? [¿ah, si? Fíjate, no me había dado cuenta?] Por un lado, instar a los poderes públicos con competencias -Generalitat y Estado- a que creen los instrumentos necesarios que permitan controlar, acotar y limitar el ejercicio de la prostitución en nuestras ciudades [la pelota en el tejado de otros]. Por otro, seguir aplicando, más y mejor, la ordenanza de que se dotó Barcelona para intentar desterrar la prostitución de sus calles. Y ayudar a las instituciones con competencias en ámbitos como extranjería y seguridad ciudadana.
Es lo que como alcalde estoy haciendo. Del mismo modo que he querido promover un compromiso activo del Partit dels Socialistes de Catalunya para que incorpore en su programa una propuesta legislativa entre cuyos principales acentos esté la limitación del ejercicio de la prostitución en el espacio público. No podemos aplazar más la búsqueda de una solución. La ciudadanía nos reclama ordenar. Eludir tal responsabilidad sólo contribuirá a la desafección [bonito eufemismo para derrota electoral].
Insisto: somos punta de lanza, para lo bueno y para lo malo [sobre todo para esto último, por ejemplo en carteristas]. Se trata de tener bien engrasados los mecanismos [no… si bien lubricados ya los tenemos, los mecanismos] que aseguren la convivencia en el espacio público y la resolución de conflictos. Y si el conflicto se endurece, [¿hasta dónde debe endurecerse?] o se enquista [enquistados estamos, Jordi], actuar sobre las causas y las consecuencias. La ciudad muestra sobre y bajo su piel algunas erosiones que no siempre consiguen tener sanación inmediata. Se trata de no bajar nunca la guardia, de atender al vecino, de auscultar el territorio, de aplicar soluciones a las diferentes patologías que una ciudad va presentando. Unas veces, acertamos; otras, no. Se trata de persistir, de innovar. De aprender a base de aprehender [Huy, aquí me he perdido otra vez].
Algunos han querido identificar, literalmente, la idea del Raval con la de margen. Para este alcalde, el Raval siempre ha sido el lugar de la confluencia, de la suma fértil, del trabajo, de las reivindicaciones, de la política [populista], de la cultura [últimamente de la cultura del botellón] y de la transformación social. Podemos ver el margen como un final o como un principio; como una limitación o como una oportunidad. Y la realidad del Raval es una oportunidad [desde luego, para los especuladores de todo tipo sí que lo ha sido, sin que tú movieras ni una ceja].
Si el Raval se dignifica, se dignifica Barcelona; si el Raval se siente orgulloso, la ciudad está orgullosa [Y cuando el Raval revienta, vienes tú a darnos otra palmadita en la espalda, ¿no?]. Para ello contamos con el mejor activo posible: el gesto cómplice, exigente y sincero de los muchos vecinos que nunca han dejado de dirigirse a nosotros porque quieren vivir en un Raval mejor. Juntos lo haremos posible [ya te vale, Jordi].
Jordi Hereu es [ex] alcalde de Barcelona.

3 comentarios:

  1. Admiro tu valentía y aplomo. Yo cuando me intenté leer la carta caí dormido al tercer párrafo. Es increíble que hayas podido leerla entera.

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  2. Ep! està molt bé aquest blog! ànim amb ell! I respecte a l'Hereu, simplement li falta consistència intel·lectual i nivell, quan parla i quan escriu se li nota molt (ús de vegades incoherent dels temps verbals, repetició de conceptes, frases buides, alternança de registres a un mateix discurs...)

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  3. Entre el que diu i el que fa hi ha un abismeeeee!

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