martes, 5 de julio de 2011

Nuevo ciclo político

Desde el día de la toma de posesión de XT como alcalde de Barcelona se puede ver a los efectivos de la GU permanentemente apostados en los puntos donde hasta ahora solían extender sus mantas los vendedores ambulantes: en la Plaza de Catalunya, en los alrededores del monumento a Colón, etc.


Permanentemente apostados, sí. Hay que repetirlo porque sé que sois muchos los que habíais llegado a creer que la GU no existe. Pues sí, existe. Y se les puede ver haciendo su trabajo en algunos puntos de la ciudad.

Esta medida ha disuadido de momento a los parias que hacían tan fuerte competencia a El Corte Inglés, H&M, Desigual, etc., tratando ellos también de sacar partido de la plaga turística que asola Barcelona.

Ésta ha sido la primera medida “visible” de XT como alcalde y ha quedado claro de esta manera qué intereses son prioritarios para su gobierno.

En el inicio de este nuevo ciclo, tras varios años denunciando los graves problemas de convivencia en el barrio del Raval, somos muchos los que comenzamos a observar de cerca sus políticas para ver si pone el mismo celo en defender, por ejemplo, el derecho al descanso de los vecinos que no formamos parte de sus yacimientos habituales de voto.

La cosa parece sencilla: queremos a la GU permanentemente apostada, como medida disuasoria, en las esquinas más conflictivas de nuestro barrio. A ver si se puede poner un poco de freno al botellón nocturno, a las peleas, a la prostitución descontrolada, a las bandas juveniles y a las mafias varias que nos hacen la vida tan difícil. No creo que haya excusa ahora que también cuentan con el Sr. Puig, de su mismo partido político, al frente de los mossos d’esquadra.

No pedimos un estado policial y represor, sólo pedimos un poco de respeto a la ley.

viernes, 30 de abril de 2010

Konzentrazió

Llegué temprano con la intención de ayudar en algo. Al principio éramos no más de una docena y nos sentíamos minúsculos, un poco ridículos en mitad de la inmensa plaza fuerte del poder, concebida para impresionar. Enfrente, el oscuro portalón de entrada al Ayuntamiento, flanqueado por cuatro guardianes que no se molestaban en disimular su indiferencia hacia el puñado de activistas novatos, tan solo una escena curiosa en la que ni siquiera reparaban los turistas. A nuestras espaldas, el Palau de la Generalitat. Y allí, justo en medio, estaban también ellas: tres mujeres viejas que permanecían juntas, observándolo todo, impasibles ante la agitación que causaron al llegar las primeras cámaras de TV. Intemporales. Difíciles de encajar, con sus batas de florecitas, diría que en zapatillas. Difíciles de ver para quien no sabe mirar. Nadie parecía querer reparar en ellas.

Al principio, yo también mantuve la distancia porque la vista discrimina y la mirada sentencia de forma automática: ¿qué hacen aquí estas abuelas?. Mientras el grupo se iba haciendo más numeroso, un vacío incómodo parecía crearse a su alrededor. Y sólo por eso, hipócrita cortés, me creí en la obligación de acercarme y preguntarles algo.

No creía que tuvieran nada que enseñarme aquellas ancianitas de la calle Sant Pau con Rambla del Raval, habitantes de la zona cero de este barrio infame. Pero ellas, sin alzar la voz, sin asomo de odio, me fueron narrando una vida de pesadilla, capeando a duras penas las miserias de la vejez -400 € de pensión- en este territorio sin ley ni orden donde no es raro encontrarse a las putas, blancas o negras, orinando en la escalera, donde el bullicio no cesa de día ni de noche, donde las batallas por controlar el territorio pueden llevarse por delante cualquier cosa, y ya casi nadie te entiende cuando sales a la calle. Pronto me dí cuenta de que no sólo costaba mirarlas: también costaba escucharlas.

Ellas, que lo han visto todo.

Me preguntaba cómo aún pueden resistir. Ellas que deben estar sintiendo sobre sus cabezas el batir de alas de los buitres de la especulación, siempre planeando sobre el Raval, esperando a que se mueran para transformar sus pisos en apartamentos turísticos. Tan frágiles y vulnerables, tan poco multiculturales, que cualquier recién llegado se atreve a llamarles racistas y a burlarse de sus tímidas quejas. Ellas, que no pueden defenderse. Ellas, a las que nadie defiende. Ayer cruzaron las Ramblas, cogiditas del brazo, para pedir un barrio digno que tal vez no lleguen a ver.

Ellas, que solo necesitan un poco de dignidad. Un banco para sentarse al sol, tranquilas. Una ciudad humana, un lugar para vivir.

Permíteme que te diga, Hereu, que si tuvieras la mínima decencia, deberías hacer todo lo que esté en tu mano para dárselo.

viernes, 23 de abril de 2010

Convocatoria

La Plataforma Raval per Viure convoca una concentración para el jueves 29 de abril, a 1as 19:00, en la Plaza Sant Jaume.

Esta concentración quiere llamar la atención de nuestros convecinos sobre un conjunto de hechos muy graves:

  • la dinámica de degradación que en los últimos años se ha consolidado en el barrio del Raval y alrededores; dinámica que nos ha llevado de la ya clásica protesta por los problemas nunca resueltos de incivismo, a la protesta mucho más urgente por la inseguridad y por el arraigo en nuestro barrio de un clima de tensión;

  • la inoperancia del actual consistorio a la hora de detener y de revertir estas dinámicas, la improvisación, la descoordinación y la falta de imaginación de las políticas municipales;

  • el hecho de que el consistorio, con el silencio cómplice de la oposición, contribuye a esta degradación no sólo con su inoperancia, sino también con las prácticas a las que parece haber dedicado todo su esfuerzo durante estos últimos años y que han transformado el barrio negativamente, propiciando la especulación, imponiéndonos una evidente saturación hotelera, condenándonos al monocultivo del turismo de baja calidad, concentrando en un espacio ya de por sí denso más y más actividades de ocio disfrazadas o no con un envoltorio supuestamente cultural,… prácticas cuyo efecto ha sido la reducción a la mínima expresión de la cohesión social del barrio y la expulsión de aquellos que hemos tratado de hacer del Raval un barrio para vivir; dejándoles así vía libre para continuar especulando con nuestro barrio

  • las constantes maniobras de despiste para escapar de la responsabilidad que les corresponde, haciendo uso de un lenguaje ambiguo, vacío de contenido, articulando un discurso que habla de valores, de cohesión, de multiculturalismo, etcétera, sin que los hechos demuestren que ninguno de estos conceptos les importen lo más mínimo, llegando a insultar públicamente nuestra inteligencia, la de todos los vecinos y vecinas.

Por todas estas razones y probablemente algunas más, como vecinos, os pedimos que acudáis a esta convocatoria con vuestra pancarta, con vuestro lema, y con vuestras ganas de protestar. POR UN RAVAL PARA VIVIR.

jueves, 15 de abril de 2010

Entrevista

(Dedicado a Eduard y a todos los valientes)

Hoy, en Barri Indigne entrevistamos a Roger Baladí, director del Departamento de Cosas que Importan de Verdad a la Gente Guay, (DCIVGG) y responsable de la campaña “Pisp-a-Barcelona”.

Barri Indigne: Señor Baladí ¿Cómo explicaría usted, en pocas palabras, la situación del barrio del Raval?

Roger Baladí: Por favor, por favor, le invito a que me tutee, que yo soy guays…

A ver… cómo lo diría … el Raval es históricamente un barrio de aluvión y bla bla bla. Ya lo dice la etimología de la palabra, que viene del árabe. ¿No lo sabían?. Lo que quiero decir es que tengo rollo suficiente para largar durante media hora sobre la historia del Raval, poniéndola ya de antemano como excusa para acabar diciendo que el Raval no va a cambiar por mucho que…

Pero bueno, como me han pedido que sea breve, pues diré que el Raval es ahora mismo, para nosotros, todo un reto, porque es una manifestación de la cara más amable y la menos amable de la globalización, con los retos que supone para… ¿lo de los retos ya lo he dicho?... Bueno, pues eso.

BI: Ah, gracias. También te invito a tutearme. Entonces… ¿crees que el Raval es ahora mismo un buen lugar para vivir?

RB: El Raval es un lugar privilegiado, un cruce de culturas y tradiciones, vamos, y tiene sus ventajas e inconvenientes. Pero el Raval es Lo Más, te lo digo yo. Aquí están los amiguitos de las asociaciones, las oenegés esas tan majas que tenemos ¿sabes?; están las instituciones culturales, el tema exposiciones y eso. Vida cultural, digo. Y hoteles, claro. No hay que estigmatizar el barrio porque algunos sean un poco incívicos. Que también… hay que ver lo incívicos que son algunos, jó. Pero los valores están por encima de…

BI: Sí, hablando de valores…

RB: Gracias a esos valores, el Raval es una lección de convivencia para todos.¡Ole!. Y es un barrio muy cohesionado ¡Yupi!. De hecho, si se cohesiona la gente un poquito más, yo creo que todavía nos quedará espacio para más cosas… porque aún podemos poner alguna cosa más para que estén contentos, qué sé yo…¿un hotel? ¿otra institución cultural?

BI: Sin embargo, parece que el incivismo no da señales de remitir. De hecho las protestas por el incivismo han quedado ya superadas por la protesta más urgente de la inseguridad. ¿Crees que el control se nos está empezando a escapar de las manos?

RB: Estamos haciendo un gran esfuerzo para que se note que en la calle hay mucha más policía. Hacemos este gran esfuerzo después de escuchar las peticiones de alguna gente, por ejemplo de la patronal hotelera y de la asociación de vendedores de sombreros mejicanos y camisetas del Barça, que ellos también son gente, ¿verdad?, gente del Raval, de Ciutat Vella, aunque duerman en Pedralbes,¿eh?. A ellos les va bien que la inseguridad no se note. Porque la industria turística, bueno... ¿qué te voy a decir?.¡Hombre, hombre!, la Rambla ¿cómo vamos a dejarla escapar a nuestro control?, si es la calle más maja que tenemos… En las calles estrechas, ya es otra cosa. Pero eso sí, nosotros velamos mucho siempre por todo. Que la gente no tenga miedo, de verdad. Fíjate, que Barcelona es la ciudad más segura del mundo según las estadísticas. ¡Hasta está por debajo de Caracas!

BI: Entonces, para terminar…¿cree usted que hay una apuesta seria por tratar de encontrar y de poner en práctica soluciones a corto y a largo plazo para los problemas que preocupan a los vecinos del barrio?

RB: Huy, qué preguntas más largas me haces… Las soluciones pasan por repartir la actividad turística por toda la ciudad. Y para eso tenemos que hacer algunas obras más… es evidente. Ahora estamos pensando, por ejemplo, en hacer una rambla en la Diagonal. No sólo para poner más tiendas de souvenirs, sino también para reducir la presión sobre el centro y atraer actividad a la zona alta: que tengan también sus carteristas, sus despedidas de soltero… todo en plan fino,eso sí. De esa manera, atraeremos un turismo de calidad, no es que el de ahora no lo sea... Vaya, yo no lo he dicho, ¿eh?. Y en el largo plazo, yo me veo muy bien, gracias, con el bolsillo forrado.

Barri Indigne: Muchas gracias. Le deseamos fuerza (y lucidez) para seguir encontrando las mejores soluciones a los problemas de la ciudad.

Roger Baladí: Bueno… digamos mejor las asignaturas pendientes,… Hay que ser positivos, hombre, que está todo en buenas manos, de verdad. Bueno, en las mismas manos. Y si no, mira cuanta gente viene a vernos… será porque somos guays, ¿no?.

Por cierto… con toda discrección... esto... ¿te podrían interesar unas buenas entradas para el esquí alpino? Yo te las puedo conseguir bien de precio…

viernes, 6 de noviembre de 2009

Audiencia (I)

La audiencia pública del distrito de Ciutat Vella del pasado día 3 fue para mí una primera vez. Y estoy agradecido, porque debo admitir que ya he llegado a una edad en que no tengo muchas oportunidades de revivir las emociones fuertes de la adolescencia. Desde luego, no puedo decir que afrontara esta vez mi cita con Itziar con la misma candidez –digamos que no tenía tantas expectativas- pero allá que me fui, movido la curiosidad.

Y debo decir que la cosa desbordó mis magras esperanzas.

En mi opinión, cabe destacar el alto nivel de las intervenciones. Los vecinos vinieron con los deberes hechos y se escucharon locuciones bien articuladas, insistiendo demasiado en la queja, quizás –todo el mundo sabe que no faltan motivos- pero también, muchas veces, siendo constructivos y demostrando un conocimiento de la realidad de su entorno que sería mucho más inteligente aprovechar para construir barrio y no desperdiciarlo irresponsablemente tratando de descalificarnos con argumentos no siempre tan meditados. Es cierto que, en ocasiones, las intervenciones fueron duras de escuchar para el gobierno municipal y también para la huidiza oposición. Pero, al menos, esta vez no se atrevieron a negar algunas evidencias.

A decir verdad, este alto nivel me sorprendió porque confieso que no siempre he valorado como se merecen a algunos convecinos. Pero lo que vi y escuché en esta audiencia me sirvió para recuperar en una tarde buena parte del espíritu de vecindad que en los últimos años había ido perdiendo. Porque, si algún barrio es ejemplo de poco cohesionado, éste es el nuestro. Y por eso, de algún modo, me enorgullece poder decir que esta vez un puñado de vecinos ha demostrado que saben defender juntos su derecho a la dignidad a pesar de todos los vientos que soplan en contra.

Sin embargo, lo que han creído oportuno destacar algunos comentarios en la prensa no ha sido precisamente esta modesta victoria de los vecinos en una lucha tan desigual, este pequeño triunfo de un grupo de personas corrientes, evidentemente desligadas de intereses que no sean completamente confesables y ajenas al indecente mercadeo de influencias que está dispuesto a llevarse por delante cualquier cosa.

Será porque nosotros no tenemos 20 millones de euros al año para gastar en campañas de publicidad.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ven y cuéntalo

Más de una reina tenemos (o teníamos) ya en el Raval, pero la que nos visitó ayer es la Reina real, valga la redundancia. La que se encarga de todas esas inauguraciones tan lustrosas. Resulta que Su Majestad vino a inaugurar el (gran) Conservatorio del (gran) Teatre del Liceu, en la calle Nou de la Rambla.

La verdad es que últimamente, con tantas precauciones como se toman con la excusa del terrorismo global, estos actos de nuestros poderosos se desarrollan casi en la clandestinidad, de tan herméticos. Imagino que esta vez, cuando el encargado de organización supo que a Doña Sofia le tocaba venir nada menos que al Raval, debió decretar, torciendo el gesto, que nada de baños de masas y mucho menos en este barrio medio musulmán. Así que todo lo que le dejaron pisar a SM de nuestras calles debieron ser dos o tres baldosas, como mucho (y no me extrañaría que las hubieran cubierto con una alfombra). De esa manera, los vecinos sólo nos enteramos de su visita cuando ella ya estaba camino de la próxima inauguración.

Y me sabe mal, fíjate. Porque siendo SM tan sensible, y tan campechana, tal vez le hubiera gustado darse una vuelta por el vecindario. Seguro que muchos nos hubiéramos ofrecido para acompañarla. Sin ir más lejos, justo enfrente del conservatorio hubiera podido pasar a saludar a los mossos y luego, un poquito más allá, a cincuenta metros de la alfombra roja, hubiera podido encargar unas papelinas. O simplemente asomándose a la ventana del nuevo conservatorio, hubiera podido quedar para tomarse un traguito en Tetra Brik con los que acampan en el parque, justo detrás del flamante edificio. Otro agradable paseo hubiera sido acercarse hasta la muralla medieval de Drassanes, a menos de doscientos metros, para ver con sus propios ojos la fantástica narcosala que hay incrustada en ella y que con justicia se ha convertido en un atractivo turístico para junkies de toda Europa. Y si va en busca de lo auténtico, seguro que no habría dejado de sorprenderle una vuelta por la popular calle Sant Ramon, a no más de tres manzanas.

Le aseguro, Majestad, que hay experiencias que no pueden explicarse. Es mejor vivirlas.

Por eso le aconsejamos que en su próxima visita al Raval no desaproveche la oportunidad para hacer una escapadita. Comprenderá por qué nuestro lema es:

Raval. Ven y cuéntalo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Consignas, no ideas.

Después de leer el Editorial del número de octubre de la publicación gratuita “El Raval” (5.000 ejemplares, según su cabecera) el adjetivo “delirante” acude a mi mente de forma automática. Cierro la boca (que se me ha quedado abierta de par en par), respiro hondo, cuento hasta diez y me chuto tres tilas antes de volver a leerlo. Pero no hay nada que hacer: sigo en lo mismo. Decido concederle la última oportunidad y pruebo a leerlo de nuevo tras una sesión de yoga Kundalini.

Tras esa tercera lectura, sólo consigo llegar a la conclusión de que no debería perder ni un minuto más dándole vueltas a un discurso tan mal redactado y que no contiene ni una sola idea que esté mínimamente articulada y pueda dar pie a un debate productivo (es decir, a una discusión de la que las dos partes puedan salir enriquecidas), sino que se reduce a una papilla insípida con las mismas consignas de siempre. Vamos a ver algunos de los grumos que aparecen tras pasarlo por el colador:

  • No pasarán // Proceso social y humano // mundo en (acelerado) cambio // laboratorio vivo de los procesos de integración y convivencia entre distintas culturas // tejido asociativo (modélico) // iniciativas (originales y modélicas) // actividad cultural (plagada) // …
versus
  • Cazadores de morbo // (supuesta) degradación de un barrio // miserias (intelectuales) // nadar y guardar la ropa // naftalina de los cerebros más escleróticos de una sociedad hipócrita // …
Es decir, los tópicos repetidos hasta la saciedad en el Manual de Multiculturalismo Chupiguay y, además, una velada amenaza a los que disienten resumida en ese ¡No pasarán! del título, tan irreflexivamente sacado de contexto.

Así que trato de olvidarme y de volver al Kundalini porque comentarlo, me digo, sería fingir que puede tomarse en serio.

Sin embargo, de pronto advierto que en la cabecera pone “Publicación INDEPENDIENTE de comunicación barrial” y luego, cuando abro las páginas centrales, caigo en la cuenta de que también se publica en este mismo número la reciente declaración de la Fundació Tot Raval y la carta del alcalde “En defensa del Raval” (difundida antes en El País del 18/09/09), que están cortados por el mismo patrón y que giran en torno a las mismas consignas, aunque tal vez un poco mejor embolicadas.

Y entonces ya no me queda la menor duda de que se no se trata simplemente del aullido de un mono loco, sino que tiene todo el aspecto de una maniobra de corte populista, tal vez subvencionada con dinero público, para tratar de acallar las voces críticas.

Un populismo de línea clásica que abomina de la información cuando no le es favorable (es significativo el afán del artículo por descalificar a la prensa), que huye de la confrontación de ideas y que se limita a las consignas, porque lo que realmente pretende es reforzar el pensamiento débil para seguir sacando partido de una sociedad convenientemente aplatanada.

Vamos a ver cómo se desmontan algunas de esas consignas que los voceros municipales tratan por todos medios de inculcar en la opinión pública:

La consigna de que los problemas del Raval no son para tanto. Los hechos lo desmienten, se mire como se mire: El barrio tiene un 33% de parados (setiembre de 2005), la más alta concentración de “sin techo” de toda la ciudad, la más alta concentración de adictos a la heroína, un elevado número de viviendas en mal estado, un elevado número de pequeños delitos, la mayor concentración de prostitución callejera de la ciudad,…

La consigna de que el Raval siempre ha sido así. Ésta se contradice con la anterior, porque explícitamente reconoce que hay problemas pero, como siempre los ha habido, pues no vamos a molestarnos en tratar de solucionarlos nosotros, así que, si vives en el Raval, ajo y agua. Algunos le llaman a esto "la maldición del Raval". Otros preferimos llamarle "desidia municipal".
La consigna de que denunciar los problemas del barrio es estigmatizarlo innecesariamente. Lo que realmente es un estigma es la acumulación (y el incremento) de problemas no resueltos, no el mero hecho de que se conozcan. Como se puede leer en cualquier manual de autoayuda, el primer paso para poner remedio a los problemas, es reconocerlos, no esconderlos. Admitamos que es posible que entre los que se afanan en denunciar la problemática que padecemos haya grupos con intereses inconfesables (en el artículo de Joan Subirats que publica l’Avenç se habla de la práctica de broken windows) pero, en todo caso, la mejor forma de acallar a esos supuestos agitadores es poniendo manos a la obra para resolver los problemas. En sentido contrario, también es cierto que quien más se esfuerza por minimizar los problemas es el equipo de gobierno municipal.

La consigna de que, a pesar de todo, el Raval es un barrio modélico. Suena a autobombo provinciano y a consuelo de tontos. Igual que cuando se afirma ufanamente que la Boquería és el millor mercat del món. Como eslogan para verduleras está bien, pero hay que reconocer que el mundo es muy grande y que tal vez nos convendría dejar de mirarnos tanto el ombligo. No aspiramos a ser un barrio modélico en nada, sino a poder descansar tranquilos por las noches.

La consigna de que el auge del turismo nos beneficia a todos. Pero la realidad es que sobre todo beneficia a los que tienen intereses económicos en ese sector y que éstos no suelen ser los que tienen que padecer las consecuencias negativas bajo sus ventanas. El turismo es un sector de bajo valor añadido, muy dependiente de ciclos económicos y en el que la mayoría de puestos de trabajo es de baja cualificación y fácilmente amortizable cuando vienen vacas flacas. Apostarlo todo al turismo en un mundo en el que todas las ciudades pueden ser potencialmente turísticas es, como mínimo, irresponsable. Pero, claro, en Barcelona hay muchas inversiones hoteleras y muchos chiringuitos turísticos que rentabilizar y el Ayuntamiento cede a la enorme presión por aprovechar cualquier potencial euro, venga de donde venga y pese a quien pese. Ya sólo les falta resucitar aquel viejo lema de las repúblicas bananeras que decía “sonría al turista”.

La consigna de que la diversidad sólo tiene ventajas. En su línea populista, nuestros políticos se apuntan tantos ensalzando la diversidad como un valor en sí misma y corren a hacerse fotos con los inmigrantes o se afanan en aprender danza africana. Pero lo cierto es que la diversidad no es un valor, sino un hecho. Mientras nos empeñemos en no querer ver los problemas derivados de la gran afluencia de inmigración, seguiremos sin gestionarlos. La realidad es que la integración y la cohesión son sólo teóricas porque los inmigrantes y los locales vivimos prácticamente de espaldas unos a otros, que los inmigrantes acaban generalmente concentrándose en zonas pobres que corren el peligro de caer en una marginación permanente (ghettos) y que los no inmigrantes se alejan de allí en cuanto pueden, enviando a sus hijos a colegios fuera del barrio. Entre tanto, los políticos no mueven un dedo para evitarlo y se limitan a hacer declaraciones de cara a la galería en vez de políticas de integración eficaces para repartir a los alumnos inmigrantes por todos los colegios concertados, incluso los de la zona alta, o medidas –que están muy al alcance del consistorio- para luchar contra los pisos patera o para poner freno a la concentración excesiva de “comercio étnico” que acaba asfixiando el comercio tradicional.

La consigna de las políticas sociales y del tejido asociativo. Demasiadas veces se utilizan las políticas sociales como un lavado de conciencia y una baza que exhibir ante los críticos, a los que es fácil llamar desalmados si pretenden siquiera debatir. Pero muchas veces la realidad es que, en esta línea paternalista, las políticas sociales ni siquiera se evalúan de forma seria para medir su verdadero impacto y pueden acabar convirtiéndose en meras obras de caridad o, lo que es peor, en un mero fomento de la sopa boba, si no se exige a los receptores ningún compromiso de reintegración a la sociedad de las ayudas recibidas, por ejemplo en forma de asistencia a programas educativos, de rehabilitación, etc. Cuando la ejecución de las políticas sociales se delega sin control en el “tejido asociativo”, que justifica su propia existencia en la existencia de colectivos necesitados a quien ayudar, puede llegar a producirse el fenómeno perverso del clientelismo.

La consigna de la cultura y de los equipamientos culturales como un eje vertebrador del barrio. El Raval está lleno de equipamientos culturales, pero no parece que sean un factor de integración y de cohesión. La realidad es que, a pesar del elevadísimo porcentaje de población inmigrante en el barrio, los usuarios de estas instalaciones culturales responden mayoritariamente a un perfil muy diferente. Ni los inmigrantes, ni los habitantes autóctonos del Raval suelen frecuentar esas instituciones. En cambio, se da el fenómeno de que varios colectivos compiten por el uso de las plazas aledañas, dificultando a veces el uso para el que inicialmente estaban previstas. Ver ejemplo de la plaza del Macba o de los jardines de la Biblioteca de Catalunya.

La consigna del ocio nocturno como síntoma de libertad y modernidad. En el Raval, “ocio nocturno” equivale demasiadas veces a “botellón callejero” y, a poco que profundicemos, tal vez seamos capaces de darnos cuenta de que la concentración excesiva de vida nocturna está en el origen de los problemas más graves del barrio. Estas concentraciones provocan molestias que no hace falta repetir a los que intentamos habitar el barrio y atraen a muchos oportunistas que, evidentemente, no tienen nuestros mismos intereses: prostitución, delincuencia, tráfico de drogas… Hay que ser muy perroflauta para defender que la cultura del botellón y del vómito colectivo equivale a modernidad o a libertad y oponer el derecho a ir por la calle dando voces como primates al derecho al descanso de los vecinos que hemos elegido una vida gris. Les pido por favor que se vayan todos a Christiania (Copenhague) y nos dejen aburrirnos en paz.

Ya sabemos que el populismo no tiene un color político definido. Suele estar al servicio del poder y busca que la gente no piense por sí misma y se limite a repetir las consignas que convienen en cada momento. El Raval, con sus elevados índices de pobreza y con su bajo nivel educativo es un terreno abonado para estas prácticas. Y parece que la publicación “independiente” El Raval está dispuesta a colaborar en que lo siga siendo.