Tras esa tercera lectura, sólo consigo llegar a la conclusión de que no debería perder ni un minuto más dándole vueltas a un discurso tan mal redactado y que no contiene ni una sola idea que esté mínimamente articulada y pueda dar pie a un debate productivo (es decir, a una discusión de la que las dos partes puedan salir enriquecidas), sino que se reduce a una papilla insípida con las mismas consignas de siempre. Vamos a ver algunos de los grumos que aparecen tras pasarlo por el colador:
- No pasarán // Proceso social y humano // mundo en (acelerado) cambio // laboratorio vivo de los procesos de integración y convivencia entre distintas culturas // tejido asociativo (modélico) // iniciativas (originales y modélicas) // actividad cultural (plagada) // …
versus
- Cazadores de morbo // (supuesta) degradación de un barrio // miserias (intelectuales) // nadar y guardar la ropa // naftalina de los cerebros más escleróticos de una sociedad hipócrita // …
Así que trato de olvidarme y de volver al Kundalini porque comentarlo, me digo, sería fingir que puede tomarse en serio.
Sin embargo, de pronto advierto que en la cabecera pone “Publicación INDEPENDIENTE de comunicación barrial” y luego, cuando abro las páginas centrales, caigo en la cuenta de que también se publica en este mismo número la reciente declaración de la Fundació Tot Raval y la carta del alcalde “En defensa del Raval” (difundida antes en El País del 18/09/09), que están cortados por el mismo patrón y que giran en torno a las mismas consignas, aunque tal vez un poco mejor embolicadas.
Y entonces ya no me queda la menor duda de que se no se trata simplemente del aullido de un mono loco, sino que tiene todo el aspecto de una maniobra de corte populista, tal vez subvencionada con dinero público, para tratar de acallar las voces críticas.
Un populismo de línea clásica que abomina de la información cuando no le es favorable (es significativo el afán del artículo por descalificar a la prensa), que huye de la confrontación de ideas y que se limita a las consignas, porque lo que realmente pretende es reforzar el pensamiento débil para seguir sacando partido de una sociedad convenientemente aplatanada.
Vamos a ver cómo se desmontan algunas de esas consignas que los voceros municipales tratan por todos medios de inculcar en la opinión pública:
La consigna de que los problemas del Raval no son para tanto. Los hechos lo desmienten, se mire como se mire: El barrio tiene un 33% de parados (setiembre de 2005), la más alta concentración de “sin techo” de toda la ciudad, la más alta concentración de adictos a la heroína, un elevado número de viviendas en mal estado, un elevado número de pequeños delitos, la mayor concentración de prostitución callejera de la ciudad,…
La consigna de que el Raval siempre ha sido así. Ésta se contradice con la anterior, porque explícitamente reconoce que hay problemas pero, como siempre los ha habido, pues no vamos a molestarnos en tratar de solucionarlos nosotros, así que, si vives en el Raval, ajo y agua. Algunos le llaman a esto "la maldición del Raval". Otros preferimos llamarle "desidia municipal".
La consigna de que denunciar los problemas del barrio es estigmatizarlo innecesariamente. Lo que realmente es un estigma es la acumulación (y el incremento) de problemas no resueltos, no el mero hecho de que se conozcan. Como se puede leer en cualquier manual de autoayuda, el primer paso para poner remedio a los problemas, es reconocerlos, no esconderlos. Admitamos que es posible que entre los que se afanan en denunciar la problemática que padecemos haya grupos con intereses inconfesables (en el artículo de Joan Subirats que publica l’Avenç se habla de la práctica de broken windows) pero, en todo caso, la mejor forma de acallar a esos supuestos agitadores es poniendo manos a la obra para resolver los problemas. En sentido contrario, también es cierto que quien más se esfuerza por minimizar los problemas es el equipo de gobierno municipal.
La consigna de que, a pesar de todo, el Raval es un barrio modélico. Suena a autobombo provinciano y a consuelo de tontos. Igual que cuando se afirma ufanamente que la Boquería és el millor mercat del món. Como eslogan para verduleras está bien, pero hay que reconocer que el mundo es muy grande y que tal vez nos convendría dejar de mirarnos tanto el ombligo. No aspiramos a ser un barrio modélico en nada, sino a poder descansar tranquilos por las noches.
La consigna de que el auge del turismo nos beneficia a todos. Pero la realidad es que sobre todo beneficia a los que tienen intereses económicos en ese sector y que éstos no suelen ser los que tienen que padecer las consecuencias negativas bajo sus ventanas. El turismo es un sector de bajo valor añadido, muy dependiente de ciclos económicos y en el que la mayoría de puestos de trabajo es de baja cualificación y fácilmente amortizable cuando vienen vacas flacas. Apostarlo todo al turismo en un mundo en el que todas las ciudades pueden ser potencialmente turísticas es, como mínimo, irresponsable. Pero, claro, en Barcelona hay muchas inversiones hoteleras y muchos chiringuitos turísticos que rentabilizar y el Ayuntamiento cede a la enorme presión por aprovechar cualquier potencial euro, venga de donde venga y pese a quien pese. Ya sólo les falta resucitar aquel viejo lema de las repúblicas bananeras que decía “sonría al turista”.
La consigna de que la diversidad sólo tiene ventajas. En su línea populista, nuestros políticos se apuntan tantos ensalzando la diversidad como un valor en sí misma y corren a hacerse fotos con los inmigrantes o se afanan en aprender danza africana. Pero lo cierto es que la diversidad no es un valor, sino un hecho. Mientras nos empeñemos en no querer ver los problemas derivados de la gran afluencia de inmigración, seguiremos sin gestionarlos. La realidad es que la integración y la cohesión son sólo teóricas porque los inmigrantes y los locales vivimos prácticamente de espaldas unos a otros, que los inmigrantes acaban generalmente concentrándose en zonas pobres que corren el peligro de caer en una marginación permanente (ghettos) y que los no inmigrantes se alejan de allí en cuanto pueden, enviando a sus hijos a colegios fuera del barrio. Entre tanto, los políticos no mueven un dedo para evitarlo y se limitan a hacer declaraciones de cara a la galería en vez de políticas de integración eficaces para repartir a los alumnos inmigrantes por todos los colegios concertados, incluso los de la zona alta, o medidas –que están muy al alcance del consistorio- para luchar contra los pisos patera o para poner freno a la concentración excesiva de “comercio étnico” que acaba asfixiando el comercio tradicional.
La consigna de las políticas sociales y del tejido asociativo. Demasiadas veces se utilizan las políticas sociales como un lavado de conciencia y una baza que exhibir ante los críticos, a los que es fácil llamar desalmados si pretenden siquiera debatir. Pero muchas veces la realidad es que, en esta línea paternalista, las políticas sociales ni siquiera se evalúan de forma seria para medir su verdadero impacto y pueden acabar convirtiéndose en meras obras de caridad o, lo que es peor, en un mero fomento de la sopa boba, si no se exige a los receptores ningún compromiso de reintegración a la sociedad de las ayudas recibidas, por ejemplo en forma de asistencia a programas educativos, de rehabilitación, etc. Cuando la ejecución de las políticas sociales se delega sin control en el “tejido asociativo”, que justifica su propia existencia en la existencia de colectivos necesitados a quien ayudar, puede llegar a producirse el fenómeno perverso del clientelismo.
La consigna de la cultura y de los equipamientos culturales como un eje vertebrador del barrio. El Raval está lleno de equipamientos culturales, pero no parece que sean un factor de integración y de cohesión. La realidad es que, a pesar del elevadísimo porcentaje de población inmigrante en el barrio, los usuarios de estas instalaciones culturales responden mayoritariamente a un perfil muy diferente. Ni los inmigrantes, ni los habitantes autóctonos del Raval suelen frecuentar esas instituciones. En cambio, se da el fenómeno de que varios colectivos compiten por el uso de las plazas aledañas, dificultando a veces el uso para el que inicialmente estaban previstas. Ver ejemplo de la plaza del Macba o de los jardines de la Biblioteca de Catalunya.
La consigna del ocio nocturno como síntoma de libertad y modernidad. En el Raval, “ocio nocturno” equivale demasiadas veces a “botellón callejero” y, a poco que profundicemos, tal vez seamos capaces de darnos cuenta de que la concentración excesiva de vida nocturna está en el origen de los problemas más graves del barrio. Estas concentraciones provocan molestias que no hace falta repetir a los que intentamos habitar el barrio y atraen a muchos oportunistas que, evidentemente, no tienen nuestros mismos intereses: prostitución, delincuencia, tráfico de drogas… Hay que ser muy perroflauta para defender que la cultura del botellón y del vómito colectivo equivale a modernidad o a libertad y oponer el derecho a ir por la calle dando voces como primates al derecho al descanso de los vecinos que hemos elegido una vida gris. Les pido por favor que se vayan todos a Christiania (Copenhague) y nos dejen aburrirnos en paz.
Ya sabemos que el populismo no tiene un color político definido. Suele estar al servicio del poder y busca que la gente no piense por sí misma y se limite a repetir las consignas que convienen en cada momento. El Raval, con sus elevados índices de pobreza y con su bajo nivel educativo es un terreno abonado para estas prácticas. Y parece que la publicación “independiente” El Raval está dispuesta a colaborar en que lo siga siendo.
Muy bien explicado lo de las consignas. Las hemos oído miles de veces (según Goebbels esa es la manera de convertir mentiras en verdades) y siempre se nos queda detrás de la oreja la mosca de la realidad que se opone a esas consignas.
ResponderEliminarEl Raval siempre ha sido así: A Martin Luther King le habrían dicho que los negros siempre habían sido inferiores, que por qué no lo aceptaban. O lo mismo les pueden decir a las mujeres de países donde reina el integrismo. Pues no, el Raval es parte de Barcelona, de Cataluña y de España. Por lo tanto exigimos los mismos derechos ELEMENTALES que tienen el resto de ciudadanos (¿acaso no pagamos los mismos impuestos?). Si acaso, el hecho de haber sufrido durante tantos años debería ser compensado.
Sobre la estigmatización del barrio, es tan obvio que no deberían ni plantearlo: el daño a la imagen lo produce quien roba, agrede o comete cualquier otro delito o infracción. Sólo faltaría que las víctimas no tuvieran ni el derecho a la denuncia. Por la misma regla de tres, la culpa de las violaciones es de las mujeres que denuncian a sus violadores, porque dan a entender que la mujer puede ser violada con cierta facilidad.
En el resto, lo suscribo casi al 100%, especialmente el hecho surrealista de externalizar la acción social en manos de organizaciones privadas.
Fantàstic l'article. Toca tants temes que es fa difícil comentar-lo.
ResponderEliminarEstà clar que des de l'Ajuntament han donat ordres a tothom de cenyir-se a la consigna general: "defensar" el Raval i atacar la premsa. És curiós el que ells entenen per defensar el Raval: negar la realitat, ocultar el que tots els veïns veiem, trepitgem i olorem cada dia, donar una imatge prefabricada de multiculturalitat i integració social. La premsa l'ataquen acusant els mitjans d'oportunistes i aprofitats, de carregar contra el govern per enderrocar-lo, de buscar el morbo i d'exagerar i enfocar només els fets negatius, quan n'hi ha tants de positius. Defensar així el Raval només contribueix que els problemes es perpetuïn, i respecte a la premsa...és la pràctica totalitat dels mitjans la que publica articles sobre el barri, durant un període de temps que ha anat bastant més enllà de les primeres fotografies sexuals publicades, els veïns que hi col·laboren amb entrevistes o filmacions gairebé sempre valoren positivament el que després es publica, i alguns mitjans (La Vanguàrdia, El Periódico...) han el·laborat extensos i profunds reportatges amb informacions ben contrastades. I, és clar, fan negoci, (algú faria la seva feina gratuïtament?), aprofiten la situació del Raval com aprofiten el cas Gurtel o la crisi econòmica, i enfoquen els aspectes problemàtics perquè a ningú li interessa llegir a la premsa que una veïna ha anat a comprar el pa sense incidents o que un grup de nens han jogat un partit de futbol i s'ho han passat la mar de bé.
Però ells tenen clar el que han de dir, l'alcalde repeteix sempre que en parla allò de "hi ha algunes dinàmiques que no ens agraden però estem molt satisfets de la feina feta al Raval, un barri on es viu amb dignitat i del qual els veïns n'estan orgullosos", la regidora carrega contra la premsa (per exemple al debat amb Oriol Bohigas al CCCB) i diu que se sent dolguda i atacada i que "se l'apunta", i les entitats i fundacions que tenen molt a agrair-li a l'Ajuntament i han d'assegurar que no se'ls acabi el xollo mostren la seva adhesió incondicional a la consigna amb manifestos pactats prèviament i números de diaris vergonyosos.
"Hay que ser muy perroflauta para defender que la cultura del botellón y del vómito colectivo equivale a modernidad o a libertad y oponer el derecho a ir por la calle dando voces como primates al derecho al descanso de los vecinos que hemos elegido una vida gris."
ResponderEliminarEstic per fer-me una pancarta amb aquesta frase i penjar-la al balcó que em queda lliure, al costat de la pancarta de "volem un barri digne" i la de "en venta". Gràcies per escriure-la, Barcelonio!
Genial, què més puc afegir... Quasi em salten les llàgrimes dient si, si, si !
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