jueves, 15 de octubre de 2009

Consignas, no ideas.

Después de leer el Editorial del número de octubre de la publicación gratuita “El Raval” (5.000 ejemplares, según su cabecera) el adjetivo “delirante” acude a mi mente de forma automática. Cierro la boca (que se me ha quedado abierta de par en par), respiro hondo, cuento hasta diez y me chuto tres tilas antes de volver a leerlo. Pero no hay nada que hacer: sigo en lo mismo. Decido concederle la última oportunidad y pruebo a leerlo de nuevo tras una sesión de yoga Kundalini.

Tras esa tercera lectura, sólo consigo llegar a la conclusión de que no debería perder ni un minuto más dándole vueltas a un discurso tan mal redactado y que no contiene ni una sola idea que esté mínimamente articulada y pueda dar pie a un debate productivo (es decir, a una discusión de la que las dos partes puedan salir enriquecidas), sino que se reduce a una papilla insípida con las mismas consignas de siempre. Vamos a ver algunos de los grumos que aparecen tras pasarlo por el colador:

  • No pasarán // Proceso social y humano // mundo en (acelerado) cambio // laboratorio vivo de los procesos de integración y convivencia entre distintas culturas // tejido asociativo (modélico) // iniciativas (originales y modélicas) // actividad cultural (plagada) // …
versus
  • Cazadores de morbo // (supuesta) degradación de un barrio // miserias (intelectuales) // nadar y guardar la ropa // naftalina de los cerebros más escleróticos de una sociedad hipócrita // …
Es decir, los tópicos repetidos hasta la saciedad en el Manual de Multiculturalismo Chupiguay y, además, una velada amenaza a los que disienten resumida en ese ¡No pasarán! del título, tan irreflexivamente sacado de contexto.

Así que trato de olvidarme y de volver al Kundalini porque comentarlo, me digo, sería fingir que puede tomarse en serio.

Sin embargo, de pronto advierto que en la cabecera pone “Publicación INDEPENDIENTE de comunicación barrial” y luego, cuando abro las páginas centrales, caigo en la cuenta de que también se publica en este mismo número la reciente declaración de la Fundació Tot Raval y la carta del alcalde “En defensa del Raval” (difundida antes en El País del 18/09/09), que están cortados por el mismo patrón y que giran en torno a las mismas consignas, aunque tal vez un poco mejor embolicadas.

Y entonces ya no me queda la menor duda de que se no se trata simplemente del aullido de un mono loco, sino que tiene todo el aspecto de una maniobra de corte populista, tal vez subvencionada con dinero público, para tratar de acallar las voces críticas.

Un populismo de línea clásica que abomina de la información cuando no le es favorable (es significativo el afán del artículo por descalificar a la prensa), que huye de la confrontación de ideas y que se limita a las consignas, porque lo que realmente pretende es reforzar el pensamiento débil para seguir sacando partido de una sociedad convenientemente aplatanada.

Vamos a ver cómo se desmontan algunas de esas consignas que los voceros municipales tratan por todos medios de inculcar en la opinión pública:

La consigna de que los problemas del Raval no son para tanto. Los hechos lo desmienten, se mire como se mire: El barrio tiene un 33% de parados (setiembre de 2005), la más alta concentración de “sin techo” de toda la ciudad, la más alta concentración de adictos a la heroína, un elevado número de viviendas en mal estado, un elevado número de pequeños delitos, la mayor concentración de prostitución callejera de la ciudad,…

La consigna de que el Raval siempre ha sido así. Ésta se contradice con la anterior, porque explícitamente reconoce que hay problemas pero, como siempre los ha habido, pues no vamos a molestarnos en tratar de solucionarlos nosotros, así que, si vives en el Raval, ajo y agua. Algunos le llaman a esto "la maldición del Raval". Otros preferimos llamarle "desidia municipal".
La consigna de que denunciar los problemas del barrio es estigmatizarlo innecesariamente. Lo que realmente es un estigma es la acumulación (y el incremento) de problemas no resueltos, no el mero hecho de que se conozcan. Como se puede leer en cualquier manual de autoayuda, el primer paso para poner remedio a los problemas, es reconocerlos, no esconderlos. Admitamos que es posible que entre los que se afanan en denunciar la problemática que padecemos haya grupos con intereses inconfesables (en el artículo de Joan Subirats que publica l’Avenç se habla de la práctica de broken windows) pero, en todo caso, la mejor forma de acallar a esos supuestos agitadores es poniendo manos a la obra para resolver los problemas. En sentido contrario, también es cierto que quien más se esfuerza por minimizar los problemas es el equipo de gobierno municipal.

La consigna de que, a pesar de todo, el Raval es un barrio modélico. Suena a autobombo provinciano y a consuelo de tontos. Igual que cuando se afirma ufanamente que la Boquería és el millor mercat del món. Como eslogan para verduleras está bien, pero hay que reconocer que el mundo es muy grande y que tal vez nos convendría dejar de mirarnos tanto el ombligo. No aspiramos a ser un barrio modélico en nada, sino a poder descansar tranquilos por las noches.

La consigna de que el auge del turismo nos beneficia a todos. Pero la realidad es que sobre todo beneficia a los que tienen intereses económicos en ese sector y que éstos no suelen ser los que tienen que padecer las consecuencias negativas bajo sus ventanas. El turismo es un sector de bajo valor añadido, muy dependiente de ciclos económicos y en el que la mayoría de puestos de trabajo es de baja cualificación y fácilmente amortizable cuando vienen vacas flacas. Apostarlo todo al turismo en un mundo en el que todas las ciudades pueden ser potencialmente turísticas es, como mínimo, irresponsable. Pero, claro, en Barcelona hay muchas inversiones hoteleras y muchos chiringuitos turísticos que rentabilizar y el Ayuntamiento cede a la enorme presión por aprovechar cualquier potencial euro, venga de donde venga y pese a quien pese. Ya sólo les falta resucitar aquel viejo lema de las repúblicas bananeras que decía “sonría al turista”.

La consigna de que la diversidad sólo tiene ventajas. En su línea populista, nuestros políticos se apuntan tantos ensalzando la diversidad como un valor en sí misma y corren a hacerse fotos con los inmigrantes o se afanan en aprender danza africana. Pero lo cierto es que la diversidad no es un valor, sino un hecho. Mientras nos empeñemos en no querer ver los problemas derivados de la gran afluencia de inmigración, seguiremos sin gestionarlos. La realidad es que la integración y la cohesión son sólo teóricas porque los inmigrantes y los locales vivimos prácticamente de espaldas unos a otros, que los inmigrantes acaban generalmente concentrándose en zonas pobres que corren el peligro de caer en una marginación permanente (ghettos) y que los no inmigrantes se alejan de allí en cuanto pueden, enviando a sus hijos a colegios fuera del barrio. Entre tanto, los políticos no mueven un dedo para evitarlo y se limitan a hacer declaraciones de cara a la galería en vez de políticas de integración eficaces para repartir a los alumnos inmigrantes por todos los colegios concertados, incluso los de la zona alta, o medidas –que están muy al alcance del consistorio- para luchar contra los pisos patera o para poner freno a la concentración excesiva de “comercio étnico” que acaba asfixiando el comercio tradicional.

La consigna de las políticas sociales y del tejido asociativo. Demasiadas veces se utilizan las políticas sociales como un lavado de conciencia y una baza que exhibir ante los críticos, a los que es fácil llamar desalmados si pretenden siquiera debatir. Pero muchas veces la realidad es que, en esta línea paternalista, las políticas sociales ni siquiera se evalúan de forma seria para medir su verdadero impacto y pueden acabar convirtiéndose en meras obras de caridad o, lo que es peor, en un mero fomento de la sopa boba, si no se exige a los receptores ningún compromiso de reintegración a la sociedad de las ayudas recibidas, por ejemplo en forma de asistencia a programas educativos, de rehabilitación, etc. Cuando la ejecución de las políticas sociales se delega sin control en el “tejido asociativo”, que justifica su propia existencia en la existencia de colectivos necesitados a quien ayudar, puede llegar a producirse el fenómeno perverso del clientelismo.

La consigna de la cultura y de los equipamientos culturales como un eje vertebrador del barrio. El Raval está lleno de equipamientos culturales, pero no parece que sean un factor de integración y de cohesión. La realidad es que, a pesar del elevadísimo porcentaje de población inmigrante en el barrio, los usuarios de estas instalaciones culturales responden mayoritariamente a un perfil muy diferente. Ni los inmigrantes, ni los habitantes autóctonos del Raval suelen frecuentar esas instituciones. En cambio, se da el fenómeno de que varios colectivos compiten por el uso de las plazas aledañas, dificultando a veces el uso para el que inicialmente estaban previstas. Ver ejemplo de la plaza del Macba o de los jardines de la Biblioteca de Catalunya.

La consigna del ocio nocturno como síntoma de libertad y modernidad. En el Raval, “ocio nocturno” equivale demasiadas veces a “botellón callejero” y, a poco que profundicemos, tal vez seamos capaces de darnos cuenta de que la concentración excesiva de vida nocturna está en el origen de los problemas más graves del barrio. Estas concentraciones provocan molestias que no hace falta repetir a los que intentamos habitar el barrio y atraen a muchos oportunistas que, evidentemente, no tienen nuestros mismos intereses: prostitución, delincuencia, tráfico de drogas… Hay que ser muy perroflauta para defender que la cultura del botellón y del vómito colectivo equivale a modernidad o a libertad y oponer el derecho a ir por la calle dando voces como primates al derecho al descanso de los vecinos que hemos elegido una vida gris. Les pido por favor que se vayan todos a Christiania (Copenhague) y nos dejen aburrirnos en paz.

Ya sabemos que el populismo no tiene un color político definido. Suele estar al servicio del poder y busca que la gente no piense por sí misma y se limite a repetir las consignas que convienen en cada momento. El Raval, con sus elevados índices de pobreza y con su bajo nivel educativo es un terreno abonado para estas prácticas. Y parece que la publicación “independiente” El Raval está dispuesta a colaborar en que lo siga siendo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El catedrático

Hay que ver cómo está el patio...

Ayer, todo un catedrático de derecho constitucional se dignaba a ilustrarnos con su opinión en El Periódico de Catalunya sobre la degradación (en ese diario prefieren llamarle “el deterioro”) de Ciutat Vella.

Pero, curiosamente, no hablaba de derechos y deberes fundamentales –aunque bien podría hacerlo, porque entre ellos están por ejemplo la dignidad y la seguridad- ni mencionaba para nada la Constitución. Por eso, dado que su particular visión sobre el asunto no guardaba una relación explícita con la materia de la que es catedrático, se supone que no estaba sentando cátedra y que, en este caso, su opinión era la de un ciudadano más. Si es así, tal vez hubiera podido omitir su profesión -porque en este caso no venía a cuento y porque hubiera sido una muestra de humildad- y tal vez hubiera bastado con enviar una simple carta al director, como hace todo el mundo.

Pero resulta que este ciudadano, además de ser catedrático, también es el papá de la regidora de Ciutat Vella, Itziar González (PSC). Y claro, ¿cómo no iba a publicarle El Periódico cualquier cosita que se le ocurra, aunque sólo sea para que pueda hacer alarde de su cultura literaria?.

Porque está claro que el señor González ha leído muchas novelas y no sé si tanta ficción no le habrá hecho perder el sentido de la realidad, como a Don Quijote.

En su mente intoxicada de literatura parece que la realidad se ha dado la vuelta. Según él –y resumiendo- serían los conservadores, que no han gobernado en la ciudad en los últimos 30 años, los culpables de la situación del barrio debido a su doble moral, su corrupción y su afán por enriquecerse pese a quien pese. Pero quien aparece como culpable ante los ojos de los vecinos es el alcalde porque la gente, manipulada por la prensa, no acierta a ver la realidad.

Le aseguro, señor González, que no sé por dónde empezar a rebatirle.

Creo que ya he hablado aquí de lo cansado que estoy de aquellos que aplican constantemente el manoseado patrón izquierda-derecha para tratar de explicar todas las cosas de este mundo. Ya he mencionado alguna vez cuan burdo resulta tratar de utilizar ése esquema para buscar adhesiones inquebrantables, como si el amenazarme con el coco de la derecha me fuera a quitar el sueño. Me considero un adulto y sé que ni la hipocresía, ni la corrupción, ni la codicia, ni siquiera la estupidez, son patrimonio de la derecha o de la izquierda (y hasta podría ponerle algún ejemplo cercano…).

Por otra parte, como adulto, también sé que negar la realidad, por muy insistentemente que se haga, no la hace desaparecer. La realidad, en el Raval lo sabemos bien, es la mar de tozuda.

¿Qué más puedo decirle? Sólo cabe esperar, por el bien del Raval y de Ciutat Vella, y también por nuestra regidora, que este problema suyo con la realidad no sea hereditario.

Por cierto... ¿se ha dado cuenta de la coincidencia?. Los dos hemos hecho el mismo chiste a propósito de la Boquería (ver último párrafo). Ahora me arrepiento de no haber reclamado derechos de autor…

lunes, 5 de octubre de 2009

Puede que no comunique bien su acción de gobierno

Estan pasando cosas interesantes. La “radiografía” que ha publicado El Periódico en dos entregas (ayer y hoy) es un despliegue de artillería pesada en toda regla que abre la campaña electoral a la alcaldía de Barcelona, si es que no estaba ya abierta. Parece claro que una de las batallas de esa guerra se desarrollará en Ciutat Vella.

Los datos de esa “radiografía” han sido convenientemente dosificados. Ayer domingo –curiosamente el día de más difusión del diario- salieron con los resultados de un sondeo, suficientemente maquillados como para hacerles decir que bueeeno, que parece que tan mal no estamos y que la gente, a pesar de todo, está contenta (será gracias al Barça, digo yo). Hoy, ya entran a fondo en la lucha de partidos y se atreven a titular, al menos en la edición digital, que CiU conquista Barcelona, aunque enseguida se apresuran a puntualizar con todo tipo de matices, entre los cuales, el apoyo del PP. Al final todo me suena a una llamada de atención a las bases socialistas para que se pongan las pilas y comiencen a movilizarse ya. Todo suena a intento de tapar los problemas de la ciudad con la cortina de humo de la cansina e inútil lucha partidista de siempre.

Para mí, esta clase de “noticias” no son realmente noticia. No puede ser noticia de primera plana un pequeño sondeo con unos resultados que ni fú ni fá, a más de un año y medio de las elecciones. A mí, estos despliegues full colour de la prensa afín me parecen maniobras de despiste para que la atención se vaya desplazando poco a poco hacia otro lado, que ya hace demasiado tiempo que estamos molestando con lo mismo y a ver si al final se van a resentir los votos y nos va a acabar gobernando “el enemigo”.

Soy tan malpensado que tiendo a relacionar estas maniobras de despiste con la frase que titula esta entrada, entresacada del artículo de Joan Tapia de hoy. En mi delirio, tiendo a imaginar esas reuniones en despachos sin ventilación, a puerta cerrada, para pactar con la prensa afín el tratamiento que se debe dar al asunto. Si fuera así, si la mano de los partidos que mandan en el consistorio estuviera detrás de toda esta catarata de datos, el asunto sería ciertamente preocupante porque demostraría que, en lugar de dedicarse a gobernar y a resolver problemas reales, estarían más bien invirtiendo su tiempo en manipular la realidad.

Ojala no sea así y podáis llamarme malpensado.

viernes, 2 de octubre de 2009

Regidora

A propósito de la entrevista con Itziar González que ayer publicaba El País, me gustaría preguntar, antes de nada, si alguien conoce algún documento donde se concrete el famoso modelo al que se refiere la regidora. Un modelo que, según sus palabras, no falla en sí mismo, pero sí en sus efectos:
Los problemas que tenemos no son culpa del modelo, sino que se derivan de su éxito (...) No, no falla el modelo, pero quizá no se había previsto cómo controlar a aquellos que se aprovecharían del éxito"
Nótese, por cierto, el uso del condicional en la última frase, como si ella misma estuviera tan poco convencida de sus palabras que tuviera que al final cogerlas con pinzas:
“… aquellos que se APROVECHARÍAN del éxito
Lo pregunto porque, cuando he leído lo del modelo, he ido a la tribuna de Jordi Hereu publicada unos días antes en el mismo diario (El País, 17 de setiembre de 2009) pensando encontrar allí al menos una pincelada de ese modelo, a ver si consigo aclararme de una vez. Pero lo más que allí encontré son algunas medidas que por si solas no llegan a constituir modelo alguno.

Lo pregunto también porque tengo la sensación de que “modelo” es una de esas palabras comodín de los políticos, uno de esos términos con que tratan de esconder el vacío, de manera que es muy fácil llamar así a cualquier cosa, por ejemplo a una serie de medidas no suficientemente analizadas, inconexas y a veces contradictorias, como por ejemplo la de otorgar licencias a diestro y siniestro para abrir tiendas de souvenirs y luego tratar de hacerlas desaparecer apresuradamente.

Así, con esa falta de concreción se arreglan muy bien, porque cuando conviene, pueden decir que tienen un “modelo” -a veces también le llaman proyecto- y se van, por ejemplo, a presentarlo a la Expo de Shangai –que, por cierto, tiene como lema “Mejor ciudad, mejor vida”—y a gastarse 3 millones de euros sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Pero lo cierto es que se necesita una cara muy dura para perpetrar tamaña frase con los términos “problema” “modelo” y “éxito”. Me imagino a la regidora y a sus asesores preparando la entrevista y tal vez sonriendo satisfechos al dar con semejante “idea fuerza”. Tal vez, al exponerla por primera vez, haya esbozado una sonrisita satisfecha o tal vez haya fruncido el ceño para aparentar seriedad y aplomo.

Pero yo, al final, no acabo de entenderlo muy bien... El éxito del modelo ¿es un problema?. ¿El problema del modelo es un éxito? ¿El éxito es un problema del modelo? ¿Qué c... de modelo es ese?

¿O habrá querido decir “camelo” ?
No, no falla el camelo, pero quizá no se había previsto cómo controlar a aquellos que se aprovecharían del éxito
Eso es. Para empezar a entendernos, tal vez estaría bien que nos contaras quiénes son los que se están aprovechado del “éxito” y a quiénes sólo les tocan los problemas. ¿Tanto te cuesta reconocerlo?