sábado, 19 de septiembre de 2009

Apostillas a Jordi Hereu

TRIBUNA: JORDI HEREU
En defensa del Raval
(artículo publicado en El País, el 18/09/2009)

Viendo con qué facilidad algunas voces se suman estos días al acoso y derribo del barrio del Raval y del proyecto [¿..mandeeeee?] que el Ayuntamiento de Barcelona, de la mano de un activo y comprometido entramado social, ha ido tejiendo [¿era un proyecto o una tela de araña?] durante más de 20 años, no puedo hacer otra cosa que salir en su defensa: una defensa inequívoca. Tan inequívoca como su realidad vecinal y global, como su singularidad y cosmopolitismo, como sus rarezas y contradicciones, como sus problemas y conflictos [espera, que me he perdido... ¿nos estás llamando conflictivos?]. Sí: problemas y conflictos, dos conceptos inherentes a la condición de ciudad [ah, bueno, si sólo son dos conceptos, no pasa nada... es que yo, con los conceptos me pierdo un poco... De todas maneras, a ver si te enteras de que nosotros no queremos acapararlos todos], pero que no todas las ciudades afrontan. Barcelona, sí [sobre todo ahora que todo el mundo te está mirando...]
Los conservadores hubiesen abandonado el barrio a su suerte, a la marginalidad [pero los progres parece ser que tenéis un proyecto, ¿no?]
Éste ha sido, es y será un barrio de residentes [y residentas], de vecinos y vecinas de múltiples procedencias.
Barcelona no acepta atentados contra la convivencia, el civismo o la legalidad, ni contra la dignidad [¿de qué me suena esto...?], la seguridad o el bienestar de las personas [gracias por lo de “personas”]. Tales situaciones no representan ni la realidad, ni los anhelos ni el sentimiento de Barcelona [no sé lo que “siente” Barcelona, pero lo que yo siento es que alguien me está tomando el pelo, la verdad]. Porque el nuestro es un modelo de ciudad cohesionada social y territorialmente, en la que uno puede ir a todos los barrios y donde todos los barrios deben contar con el nivel adecuado de calidad urbana, servicios y equipamientos [¡Eso, eso! ¡Una narcosala en cada barrio ya!]. Afrontando los problemas y poniendo en marcha soluciones [valga la redundancia], nuestro [what?] Raval será el mejor [¡¡¡oé, oé, oé oéeee!!!!] para sus vecinos y ejemplo para los otros ravales del mundo.
Lo afirmo con orgullo: el Raval de Barcelona es uno de los lugares con más vocación de ciudadanía de Europa [Jordi, eres el rey de las frases huecas]. Ni es el barrio marginal que algunos relatan ni se puede dejar al margen: es un barrio central y estratégico [otra más], en el que el Ayuntamiento está diseñando e innovando en las políticas públicas. Políticas que, estoy convencido, acabarán aplicando las ciudades que quieran preservar su esencia comunitaria. La Europa a la que aspiramos pasa cada día más por los barrios de sus ciudades, y nosotros somos ya ejemplo y laboratorio de ello [¡Vaaaale!, ¡Ahora ya lo entiendo! Entonces... ¡Nosotros somos las ratas de este laboratorio!]. Los Estados tienen fronteras; las ciudades, no. Y las ciudades con histórica vocación de acogida, menos. El Raval es un telar [si, quina tela, nen] de ciudadanía: teje y urde ciudadanos de pleno derecho, vecinos y vecinas; personas de procedencias diversas encuentran aquí recursos, complicidades y dignidad [Oye, Jordi… ¿has pensado alguna vez en dedicarte a la literatura?].
Las grandes ciudades viven diariamente el envite de fenómenos globales [tú si que eres un fenómeno]. Barcelona no es ajena a ello: Ciutat Vella, el distrito donde se asienta el Raval, sabe de esta complejidad, y se nutre de ella. Pero la gente sigue y seguirá viviendo en el Raval porque éste ha sido, es y será un barrio de residentes [y residentas]. Por eso determinadas simplificaciones -y estos días he leído algunas- [fíjate, yo también] no responden a la realidad de un barrio al que las tesis conservadoras hubiesen abandonado a su suerte. Muchas ciudades han convertido sus corazones en céntricas periferias; en Barcelona, esto no pasará nunca.
Fue entre todos como concretamos el Raval que hoy conocemos. Fue entre todos como construimos un centro histórico de calidad [lo dicho… que lo tuyo es la ficción, Jordi]. Y será así como lo seguiremos haciendo [O sea, que vosotros erre que erre hasta que acabéis del todo con el barrio]. Con los máximos aliados posibles. Y aplicando una manera de hacer que desde el impulso y el estímulo público busca complicidades y acciones conjuntas. El Ayuntamiento asume plenamente su responsabilidad [ay, que chiste más bueno] y está a la cabeza de este reto.
¿Cómo? [¿comoooorrr?] Situando equipamientos de centralidad (universidades, museos...) y proximidad (bibliotecas, polideportivos...) y ejecutando un programa [ay, si, el pograma] de actuaciones sociales de altas prestaciones. Desarrollando políticas de rehabilitación de vivienda. Inspeccionando locales y negocios que incumplen las ordenanzas y las reglas de convivencia. Regulando los apartamentos turísticos. Firmando un convenio con la Fiscalía para combatir el mobbing, que amenaza a los más débiles. Cerrando las tiendas de souvenirs que incumplen el plan especial aprobado recientemente [y… ¿quien había concedido los permisos antes?]. Dotando líneas específicas de ayudas para la limpieza de grafittis [se me ocurre que quizá nos saldría más barato intentar evitar que se pintaran, los grafittis]. Luchando contra la venta ambulante y el ruido de locales [y visitantes] nocturnos.
Y también desplegando las acciones policiales, con una Guardia Urbana que está ampliando efectivos y hace de la proximidad su razón de ser. Ese fue mi objetivo cuando el pasado 23 de junio, más de dos meses antes de la publicación de unas fotografías en este periódico, di instrucciones a la Junta Local de Seguridad de Barcelona para que creara la Junta Local de Ciutat Vella [pues ya ves de que ha servido…]. Y diseñando mejoras en el espacio público [¿como cuales?] en el marco de una política de urbanismo preventivo.
Espacio público: he aquí un concepto central, posiblemente el más central de todos los que debemos manejar. No es casualidad que sea en Barcelona, una de las ciudades que más transforma y cualifica su espacio público, donde más intenso sea el debate sobre el mismo [Uf!, por un momento pensé que ibas a hablar del hotel Vela…]. En otros lugares, ni se lo plantean; acaso porque están acostumbrados a las deficiencias [Claro, y lo malo que tenemos nosotros es que nos negamos a acostumbrarnos a las deficiencias. Por eso nos has llamado conflictivos, ¿verdad?], o aún peor, a que determinados espacios públicos estén vedados.
El Raval nos apela a todos, entre otras razones porque ejemplifica la importancia del espacio público. Y más concretamente, porque en él se pone a prueba la visión progresista del espacio público [por favor, cariño, a ver si nos aclaras en qué se concreta esta visión progresista a la que ya tenemos tanto miedo sin saber lo que es]. Esto es, un espacio público ordenado y seguro, limpio y cívico, de calidad y de libertad, expresión de los derechos y los deberes que a todos nos asisten y obligan [gracias, mi amol]. Por eso en el espacio público determinadas actividades deben quedar expresamente ordenadas. También la prostitución.
La prostitución, una realidad compleja, poliédrica, en la que intervienen muchas variables. Desde la existencia de flagrantes [y si son tan flagrantes… ¿por qué casi nunca se condenan?] coacciones y tramas internacionales -y ahí es fundamental una acción policial y administrativa decidida- hasta las problemáticas sociales, y ahí les invito a conocer los programas de reinserción que de manera pionera gestionamos en Barcelona. Desde las lagunas legales existentes hasta su presencia en calles, plazas y carreteras, y ahí quiero dejar constancia de mi claro posicionamiento: el ejercicio de la prostitución en el espacio público es incompatible con la vida urbana y normalizada [¿vida... "normalizada"? ahí te has lucido con el adjetivo] que quiero en mi ciudad, y deben arbitrarse todos los mecanismos legales y administrativos para actuar sobre ello.
¿Qué hacer pues ante una realidad que difiere de esta tesis? [¿ah, si? Fíjate, no me había dado cuenta?] Por un lado, instar a los poderes públicos con competencias -Generalitat y Estado- a que creen los instrumentos necesarios que permitan controlar, acotar y limitar el ejercicio de la prostitución en nuestras ciudades [la pelota en el tejado de otros]. Por otro, seguir aplicando, más y mejor, la ordenanza de que se dotó Barcelona para intentar desterrar la prostitución de sus calles. Y ayudar a las instituciones con competencias en ámbitos como extranjería y seguridad ciudadana.
Es lo que como alcalde estoy haciendo. Del mismo modo que he querido promover un compromiso activo del Partit dels Socialistes de Catalunya para que incorpore en su programa una propuesta legislativa entre cuyos principales acentos esté la limitación del ejercicio de la prostitución en el espacio público. No podemos aplazar más la búsqueda de una solución. La ciudadanía nos reclama ordenar. Eludir tal responsabilidad sólo contribuirá a la desafección [bonito eufemismo para derrota electoral].
Insisto: somos punta de lanza, para lo bueno y para lo malo [sobre todo para esto último, por ejemplo en carteristas]. Se trata de tener bien engrasados los mecanismos [no… si bien lubricados ya los tenemos, los mecanismos] que aseguren la convivencia en el espacio público y la resolución de conflictos. Y si el conflicto se endurece, [¿hasta dónde debe endurecerse?] o se enquista [enquistados estamos, Jordi], actuar sobre las causas y las consecuencias. La ciudad muestra sobre y bajo su piel algunas erosiones que no siempre consiguen tener sanación inmediata. Se trata de no bajar nunca la guardia, de atender al vecino, de auscultar el territorio, de aplicar soluciones a las diferentes patologías que una ciudad va presentando. Unas veces, acertamos; otras, no. Se trata de persistir, de innovar. De aprender a base de aprehender [Huy, aquí me he perdido otra vez].
Algunos han querido identificar, literalmente, la idea del Raval con la de margen. Para este alcalde, el Raval siempre ha sido el lugar de la confluencia, de la suma fértil, del trabajo, de las reivindicaciones, de la política [populista], de la cultura [últimamente de la cultura del botellón] y de la transformación social. Podemos ver el margen como un final o como un principio; como una limitación o como una oportunidad. Y la realidad del Raval es una oportunidad [desde luego, para los especuladores de todo tipo sí que lo ha sido, sin que tú movieras ni una ceja].
Si el Raval se dignifica, se dignifica Barcelona; si el Raval se siente orgulloso, la ciudad está orgullosa [Y cuando el Raval revienta, vienes tú a darnos otra palmadita en la espalda, ¿no?]. Para ello contamos con el mejor activo posible: el gesto cómplice, exigente y sincero de los muchos vecinos que nunca han dejado de dirigirse a nosotros porque quieren vivir en un Raval mejor. Juntos lo haremos posible [ya te vale, Jordi].
Jordi Hereu es [ex] alcalde de Barcelona.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Wishlist #1

Hace ya unos días colgué un post titulado “Wishtlist” en el que prometía propuestas concretas para tratar de buscar solución a los problemas del barrio. Eso iba a ser “a partir de mañana” pero ya sabéis de qué manera nos arrastra a veces la vida cotidiana.

Pero ahora que mi blog está empezando a ser visitado porque algunos me habéis linkeado por ahí (gracias), no puedo dejar en ascuas a mis dos lectores contados y por eso retomo aquella promesa. Aquí está mi PROPUESTA NÚMERO UNO para ser sometida a vuestras constructivas críticas.

La primera propuesta es de carácter urbanístico. Se trataría de dar una SOLUCIÓN DECIDIDA AL PROBLEMA DE LA INFRAVIVIENDA.

Este problema no es exclusivo del Raval pero en este vecindario alcanza una magnitud insoportable. La infravivienda es una evidencia del fracaso de las políticas públicas de vivienda y una violación cotidiana y flagrante de un derecho constitucionalmente reconocido. Y, como no podía ser de otro modo, es fuente inagotable de algunos de los conflictos más enquistados en el barrio.
Es casi inevitable que aquellos que se ven condenados a malvivir en estos espacios insalubres (ya sea en los famosos pisos patera asociados a los problemas de vivienda propios de los inmigrantes; en pisos degradados por la mala calidad de las construcciones y la falta de mantenimiento; o en espacios que han sido habilitados como vivienda en una época de especulación desenfrenada sin que reúnan las condiciones mínimas para ello) se echen literalmente a la calle en cuanto pueden durante su tiempo de ocio (que, por otra parte, en una época de desempleo como esta es mucho).

Como ejemplo, invito a las autoridades a visitar los bajos del número 8 de la calle Om o cualquiera de los bajos-vivienda de la calle Sant Bertran.

El fenómeno se desborda durante los meses de primavera y verano. En las calles estrechas y peatonales del Raval, esas concentraciones de gente en la calle son fuente asegurada de ruido, suciedad y problemas de orden público.

Además, la degradación de las viviendas y del medio ambiente urbano hace que el Raval sea percibido, comparativamente, como un barrio de precios bajos situado en el centro de la ciudad y estas dos condiciones propician una concentración excesiva de familias de rentas bajas que arrastran consigo su problemática. Antes de que me acuséis de “gentrificador” os diré que, no estoy hablando de expulsar a nadie del barrio pidiéndole la nómina, sólo quiero decir que, a mi entender, esta situación puede llevar demasiado fácilmente a que se creen dinámicas de ghetto, sobre todo entre los más jóvenes, por esa tendencia de los grupos a reforzarse (en este sentido, “ghettización” sería lo contrario de “gentrificación”). Algunas decisiones municipales pueden influir negativamente en este proceso. Por ejemplo, la excesiva concentración de VPO en determinados puntos del barrio sin prever las consecuencias. Vuelvo a poner como el ejemplo el macro complejo de VPO de la calle Om, que ha propiciado que unos pocos hayan conseguido adueñarse virtualmente de esa calle imponiendo a todos su “ley”.

A mi modo de entender, una SOLUCIÓN DECIDIDA pasaría por tomar medidas como estas:

  • Rebajar la densidad de viviendas en algunas zonas para reducir problemas de convivencia que tienen su origen en el hacinamiento. Esta medida podría llevarse a cabo adquiriendo edificios de viviendas (carrer Piqualquers, Rambla del Raval, etc.) para rehabilitarlos y convertirlos en equipamientos públicos para los habitantes del barrio, tales como bibliotecas, ludotecas, guarderías, etc. 
  • Reducir el número de infraviviendas en los bajos de los edificios y tratar de recuperar estos espacios para una actividad comercial que no interfiera con la convivencia vecinal (no más shawarmas, please, ni más tascas). 
  • Rehabilitar comunidades de vecinos degradadas, dotándolas de servicios comunes como ascensor y saneando sus instalaciones de agua, gas y electricidad. Esta medida contribuiría a que los habitantes del Raval recuperen la ilusión por luchar un barrio digno y esto tendría, muy probablemente, un efecto perceptible sobre la convivencia. 
  • Replantearse la asignación de VPO y de la recolocación de familias de rentas bajas, buscando una mayor dispersión para evitar ghettos que acaben convirtiéndose en focos de problemas.

Esto es todo por hoy. Ya me diréis qué os parece.

VOLEM UN BARRI DIGNE

martes, 8 de septiembre de 2009

Jordi Hereu al programa "Matins" de TV3



El “discurs” de l’Hereu és un bon exemple del llenguatge buit de les institucions. Un discurs tan forçat que sovint costa d’entendre. Un discurs que ja estem massa farts de sentir. Jo, per moments, penso que ja no puc més.

Em crida l’atenció la seva forma de parlar de la ciutat com si parlés d’un negoci o d’un producte fent servir amb massa freqüència termes i expressions més pròpies del marketing o de les finances que de la política. Això és un bon indicatiu de quina és la seva visió de la ciutat. La sensació que he tingut després de veure tota l’entrevista és que aquest senyor no hi veu més sortida que la de continuar venent “imatge”, oferint Barcelona com un producte turístic cada cop més artificial i més deshumanitzat.

Un bon exemple d’aquesta visió mercantilista mal entesa és el que està passant amb la Boqueria. Mentre que Hereu insisteix què és “un dels millors mercats de tot el món” i que és “un gran actiu” d’aquesta ciutat, jo em permeto dissentir d’aquest pensament únic. La realitat és que el mercat de la Boquería, com tant altres indrets de Barcelona, està degenerant a causa de l’excés de voracitat mercantilista d’alguns dels seus comerciants que, pensant només en el dólar, han convertit moltes de les parades on tradicionalment compràvem els barcelonins en horteres reclams per a turistes low-cost que només vénen macedònies de fruites envasades en safates de plàstic per emportar i consumir a peu de carrer i que, en moltes ocasions, acaben per terra en un racó contribuint a embrutir una mica més el barri. Em sap greu, però fa ja uns anys que no hi vaig a comprar a la Boqueria mentre que abans anava cada dissabte i era una de les coses que em feia sentir orgullós del barri.

Ho sento, Hereu, però encara que he posa tota la meva voluntat a escoltar-te, no has aconseguit de convèncer-me ni un instant i, el que és pitjor, encara em fa por perquè cada cop més me’n adono dels plans que teniu la classe política per a aquesta ciutat que està sent venuda, prostituïda ella mateixa, per aquells que tant diuen que se l’estimen.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Boqueria: el making-of

Aquí hay un enlace interesante con el "making-of" de las celebérrimas fotos de la Boquería.

Entrevista a Edu Bayer

jueves, 3 de septiembre de 2009

Reacciones a las fotos de la Boquería

No me fio de El País. No me gusta ese tratamiento políticamente correcto del tema de la prostitución que hacen en este artículo al día siguiente de la publicación de las fotos de la Boquería. Por momentos, da la sensación de que están a punto de decir que, a falta de burdeles, les parece normal que se produzcan esas escenas callejeras y que, por mucho que lo intentemos, el Raval no logrará quitarse nunca de encima el estigma del puterío, ya sea en prostíbulos –que, no nos engañemos, han sido también fuente de conflictos- o en la calle.

Tal vez la única ventaja de que estas escenas se produzcan en la calle es que así quedan expuestas a la opinión pública y sirven para dar cuenta de la degradación hacia la que nos estamos deslizando y de la pasmosa permisividad que impera en esta ciudad en unos tiempos en que la gente parece haber perdido todas las referencias morales. Por eso, en mis horas más pesimistas, dudo que la sociedad tenga ya la capacidad de reaccionar.

Con estos argumentos ¿a quien quieren ayudar a encontrar una excusa?. ¿Tal vez al incompetente alcalde?

Todo el artículo destila una moral de resignación y parece que están diciendo: “bueno, ¿qué se le va a hacer? Total, prostitución siempre ha habido; así que mejor que lo hagan en locales, fuera de la vista de la gente. Y los del Raval que no se quejen tanto, que putas siempre han tenido allí y además, pobres chicas. Así que, el que no esté a gusto, que se vaya, si puede. El que no, que se fastidie”.

¡Qué decepción, señores!.

En primer lugar, no hace falta que nos recuerden una y otra vez que el sexo de pago ha existido y existirá siempre, así como también los asesinatos por encargo y el comercio de todo tipo de bienes y servicios, dentro y fuera de la ley. Por favor, les ruego que en lo sucesivo traten de evitar lo del “oficio más viejo del mundo” si no quieren que me ponga a vomitar de inmediato.

Y por favor, Marcela Torres (Àmbit Dona) , te ruego que no insistas con el cuento de la inocencia de las pobres chicas obligadas a prostituirse para sobrevivir, si no quieres que me eche a llorar... de la risa. Todos sabemos que pueden ser muy diversas las razones por las que una mujer -o un hombre- pueden acabar dedicándose a vender su cuerpo y que, entre ellas, no hay que descartar la elección libre y, en ocasiones, un tanto acomodaticia, porque bien es sabido que, para cualquier chica de escasos recursos, las demás alternativas laborales requieren de mucho más esfuerzo. En estos casos, es fácil de entender que, para justificarse, muchas acaben creyéndose su propia historia de chica desamparada. Y te ruego que no me malinterpretes, pues no estoy tratando de generalizar ni de negar la existencia de redes mafiosas que fuerzan a muchas a ejercer la prostitución. ¿Crees que esas redes mafiosas desaparecerían si la prostitución se “legaliza”?

Estas obviedades y falacias repetidas una y otra vez no nos deberían llevar al error de admitir la prostitución como una actividad tolerable –y regulable- en ningún ámbito. A mi modo de ver, esto sería simplemente cinismo. En una sociedad sana, la prostitución debería ser siempre una actividad perseguida, igual que lo son el tráfico de órganos y la explotación infantil, porque en la inmensa mayoría de los casos, a medio o a largo plazo, acaba produciendo un resultado de degradación a su alrededor.
Aunque respeto tu opinión, mucho me temo que la pretensión de “normalizar” el hecho de la prostitución hasta convertirla en una profesión como cualquier otra es una tarea muy difícil de acometer. En todo caso, si bien es una actividad que ha estado presente en toda la historia de la Humanidad y en prácticamente todas las sociedades, esta normalización no se ha llegado a producir y personalmente dudo que la “normalización” que pueda venir tras una posible “legalización” lograse acabar con la explotación de la mujer a manos del hombre y con la estigmatización de esas mujeres por la sociedad.

Siempre cabe la posibilidad de que El País haya sacado tus palabras de contexto. Pero la verdad es que no doy crédito a lo que leo en el parrafo que cierra el artículo. "Hay pancartas pidiendo un barrio más digno. ¿Más digno para quién?", te preguntas.

La respuesta es evidente: para los que no solo no contribuyen a degradar cada vez más el barrio, sino que luchan para arrancar la mala hierba que axfisia sus calles.

VOLEM UN BARRI DIGNE

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Wishlist

La protesta de las pancartas continúa avanzando poco a poco y es un logro incontestable y muy de agradecer el de haber atraído la atención pública sobre un problema ya demasiado antiguo pero cada vez más lacerante. En las últimas semanas, los diarios se han lanzado a publicar noticias sobre la degradación de nuestro barrio y el tema está teniendo un gran impacto.

Y es que el lema es impecable: “Queremos un barrio digno”. Sin embargo, de momento, nadie se ha lanzado a perfilar cuales son las condiciones mínimas que deberían darse para que el Raval llegue a ser algún día un barrio “digno”. A mi juicio, sería importante hacerlo para saber si la tarea de dar un mínimo de dignidad a este barrio es posible o si, por el contrario, es una mera utopía que acabará aplastada por la realidad que se acaba imponiendo (o que nos acaban imponiendo).

Algunos ya han llamado la atención sobre esta cierta indefinición de objetivos y han puesto el dedo en la llaga del problema: es posible que, dada la radical heterogeneidad del Raval, las opiniones e intereses sobre el particular sean en realidad tan dispares que, en la práctica, un consenso sobre estas condiciones no llegue a ser posible, de manera que la protesta se acabe dividiendo en demasiados frentes y pierda fuerza hasta quedar totalmente diluida cuando la atención de la opinión pública pase a otro tema. De esta manera, se llevarían al final la razón aquellos que se cargan de cinismo cada vez que dicen que "las ordenanzas no sirven para nada" porque “el Chino" siempre ha sido así y que en realidad quieren decir: “por mí, que siga como está, que ya nos va bien como válvula de escape donde dar rienda suelta a las más bajas pasiones colectivas”.

A veces tengo la sensación de que si nadie se atreve a lanzar la primera piedra es porque, en el fondo, los vecinos de este barrio eternamente marginado tenemos miedo de que, si insistimos demasiado, a la hora de la verdad, los pequeños éxitos que ahora se están cosechando acaben siendo un mero espejismo.

Superando este miedo, yo me atrevo a lanzar al ciberespacio mi propia wishlist, o carta a los Reyes Magos, en forma de propuestas concretas por donde se podría empezar. Como los problemas son casi interminables, será una lista por entregas a partir de mañana.

VOLEM UN BARRI DIGNE.

martes, 1 de septiembre de 2009

Boqueria

Avui he vist les fotografies publicades a El País sobre les relacions sexuals al carrer i he llegit de cap a cua els articles relacionats i els comentaris. Quan he acabat, he caigut en què això que està passant al barri es pot contemplar des d’un altra perspectiva en què, fins ara, no havia pensat, perquè em costa pensar que la incapacitat de les autoritats pugi ser tanta.

Potser resulta que tot això és com un gran experiment social, una mena de cultiu bacteriològic en el qual nosaltres som els microbis. Es tracta de veure com es comporta una colònia humana quan es deixa abandonada a la seva sort. Es tracta potser de veure quant de temps és necessari fins que esclatin els conflictes i els que tracten de viure-hi comencin a exterminar-se els uns als altres. Tal vegada hi ha algun antropòleg amagat darrere de tot això i el que vol és enregistrar la decadència d’una societat fins que s’enfonsa totalment, només per la curiositat de veure què acaba sortint de tot aquest caos.

Si no és això, la veritat és que no m’ho explico.

I, per cert, si ningú no l’ha fet encara, deixeu-me fer l’acudit fàcil i de mal gust perquè és clar que per a aquestes escenes, quin millor lloc que el nostre mercat estrella... Sens dubte, això que li està fent la noia negra ajupida al porc de la samarreta blanca és una bona “boqueria”.

VOLEM UN BARRI DIGNE

Inventario de ruidos evitables.

Cada verano es lo mismo. El calor del día se acumula en las casas y somos muchos los que no nos resignamos a sufrir el calor durante la noche o a tener que dormir con las ventanas dobles cerradas y el aire acondicionado conectado durante gran parte de la noche. Dormir con la ventana entreabierta para que corra el fresco no sólo es mucho más ecológico, sino que entiendo que es un derecho. El derecho al descanso debería prevalecer sobre el derecho al ocio ruidoso.

Los grupitos de skaters que atraviesan la calle Sant Bertran camino del parque de FECSA, uno de sus hot spots en la ciudad. Los borrachos residentes, que no son pocos, en una zona donde el índice de marginalidad es alto. Los borrachos no residentes (o borrachos visitantes) que se alojan, o bien en la calle o bien en los apartamentos turísticos estratégicamente repartidos por las cercanías para no dejarnos dormir. Los pisos sobreocupados con gentes procedentes de lugares donde todavía han recibido menos educación cívica que nosotros (y mira que parece difícil) y que gustan de hacer partícipes a los vecinos de sus penas y alegrías a cualquier hora. El alegre y cada vez más numeroso grupo de vecinitos agraciados con una VPO en el macro-complejo de la calle Om, que cada tarde saca las sillas a la calle para tomar el fresco hasta bien entrada la noche porque, por supuesto, no necesitan madrugar al día siguiente ya que muchos ejercen profesiones liberales relacionadas con el tráfico de susbstancias. Las motos y coches de sus clientes y repartidores. Los perritos falderos que no sólo cagan en la puerta del edificio sin que sus dueños se alteren lo más mínimo, sinó que también nos alegran las noches y las madrugadas.

Este es el inventario de los ruidos nocturnos de la esquina de Om con Sant Bertran casi todos los días del año. Ruidos amplificados por la estrechez de las calles. Ruidos evitables en su mayoría si los que gobiernan esta ciudad dedicaran más recursos a hacer cumplir la ley de forma efectiva y no al autobombo.

VOLEM UN BARRI DIGNE